Experiencias
desarrolladas en ámbitos rurales de otros territorios han
conseguido revertir un vaciado residencial que los expertos
estiman que será inevitable en cientos de pueblos, pero que
se puede frenar en otros garantizando servicios básicos
19 ene
2025 . Actualizado a las 05:00 h.
La
supervivencia de parte del medio rural gallego está amenazada
por la pérdida de servicios básicos, a la que arrastra, a su
vez, la despoblación.
Es un círculo vicioso del que acaba de alertar el Consello
de Contas encendiendo las luces
de emergencia en 95 concellos, los que ha detectado en
las cuatro provincias con mayor riesgo ante la pérdida de
habitantes, con un declive más acusado. ¿Hay
recetas para evitarlo? Las
experiencias en otros territorios permiten ver algo de luz, y
en esos mismos en los que se ha puesto la alarma hay algunas
señales para el optimismo. La Voz ha recopilado el
conocimiento de expertos en demografía y
geografía humana para analizar cómo será posible salvar
núcleos que no dejan de perder habitantes. No hay una varita
mágica, pero existen soluciones que se pueden ver en tres
experiencias concretas. No sirven para que todos los pueblos
se salven, admiten los expertos, pero sí pueden dar pistas
para aquellos que puedan ofrecer singularidades
y servicios que requieren quienes
buscan trabajo y otra forma de vivir.
Oliete
o cómo recuperar el patrimonio natural y crear empleo
«Hace
diez años, el colegio tenía solo tres niños, y ahora son 27»,
dice, como evidencia de que la reversión poblacional es
posible, Erika Casaña, portavoz de la ONG Apadrina un Olivo.
Desde una treintena de países se han lanzado a apadrinar, por
60 euros (48 desgravables), alguno de los cien mil olivos
centenarios abandonados en Oliete (Teruel) y que la
organización social recupera desde el 2014. Los fundadores de
la organización entendieron que salvando los árboles salvarían
Oliete. En los tres últimos años se han sumado 37 vecinos a
una población de 367, y otros se han asentado en los
alrededores para elaborar un aceite multipremiado en el Bajo
Aragón. La iniciativa ha llevado a su vez a rehabilitar
huertas abandonadas y, con sus cosechas, reabrir una
conservera en el pueblo cercano de Alacón, que ya emplea a
siete mujeres que han emigrado desde el ámbito urbano. «El
aceite es de nuestras aceitunas; las hortalizas, de nuestras
huertas, y se asan con los restos de las podas de los olivos.
El círculo se amplía, llega más gente a trabajar y vamos
regenerando la zona», explica Erika.
Urueña,
la singularidad como atractivo
Desde
la ventana de la alcaldía, Francisco Rodríguez ve descender de
un autobús una nueva excursión dispuesta a recorrer las nueve
librerías abiertas en Urueña (Valladolid),
primera Villa del Libro de España. El regidor echa mano de las
estadísticas que envía Telefónica a la asociación de Los
Pueblos Más Bonitos de España con el número de señales de los
móviles que han permanecido en el municipio más de una hora.
«De enero a noviembre, casi 100.000 visitantes», dice con
normalidad sobre el goteo incesante para un pueblo de 203
vecinos, su censo más alto en doce años. «Rehabilitamos
viviendas para convertirlas en librerías, y siete son de gente
llegada de fuera. Pagan unos diez euros de alquiler al mes»,
explica Rodríguez. «Se han sumado también un estudio de diseño
y un taller de encuadernación», atractivos añadidos al paisaje
y al conjunto histórico de la villa. «No sé yo si será
suficiente para mantener el pueblo, pero de momento evitamos
su despoblación», cruza los dedos el alcalde.
Una
plataforma para dar visibilidad al pueblo
«Lo
más importante es lograr visibilidad para captar la atención
de tantísima gente que está buscando un pueblo en el que
vivir», asegura Ramón Pradera, fundador de Vente
a Vivir a un Pueblo, la plataforma-escaparate de
500 localidades rurales de España que se abren de par en par a
nuevos habitantes. La Xunta se acaba de sumar a la iniciativa
con Sobrado dos Monxes, A Pontenova, Ponteareas, Monterrei,
Porto do Son, Ribadeo, Baiona y Ribadavia, y otros 20 pueblos
gallegos ya participaban en ella.
«Llevamos
en cinco años más de 3.000 asentamientos familiares logrados»,
asegura Pradera. «Hay muchísimos pueblos con un potencial
enorme para vivir y unas historias increíbles de gente que
está encontrando una nueva vida en un entorno rural. Me he
encontrado en Fuenteovejuna a dos chavales que se fueron allí
a vivir y se han convertido en líderes en fabricación de
autogiros; o dos hermanas que se han vuelto a Celanova a crear
un negocio de restauración de muebles que funciona fenomenal,
y ha dado pie a crear una escuela que enseña el oficio, o el
caso de tres chicos de Granada que se han asentado en Vilariño
de Conso porque es el lugar que más les ha gustado y pueden
desarrollar sus profesiones».
Vente
a Vivir a un Pueblo cuenta con más de 100.000 usuarios de
España y el extranjero, y en la web se anuncian desde
oportunidades de trabajo, bolsa de traspasos, viviendas,
formación para emprender en el medio rural y un lugar de venta
de productos de los pueblos que pagan 1.650 euros por su
videoficha en este escaparate online.

Una
visión positiva y desterrar la imagen de un escenario en
desaparición
«Lo
primero que haría es eliminar
el término de la España vaciada, es el peor eslogan
del mundo, es como invitar a irse a vivir a una cueva de
serpientes», considera Ramón Pradera. Para él, lo realmente
duro es vivir en «el entorno hostil de las ciudades. Por eso,
no hay que tirar la toalla desde el mundo rural, hay que
aprovechar las oportunidades y hacerse ver», continúa.
Su
próximo paso lo dará el mes que viene facilitando una
herramienta para las personas que viven solas en los pueblos,
e incluso para quien busca pareja. «Puede sonar ñoño, pero la
energía del amor es una receta imparable para hacer coincidir
a una persona que ofrece su casa y su amistad y a otra que
busca una nueva vida y a alguien de interés», avanza.
Un
sistema bien estructurado para garantizar servicios
Mercedes
Molina Ibáñez, catedrática emérita de Geografía
Humana de la Universidad Complutense de Madrid, tiene claro
que de entrada hay que conocer por qué la gente se fue de un
municipio. «Lo hicieron forzados por no tener empleo, por no
tener servicios, por no poder crecer en su nivel de vida». A
partir de esa premisa, acepta que «todo no puede estar en
todos los sitios, no puede haber hospitales o colegios en
todos los pueblos y aldeas. Pero hay que tener claro que los
habitantes de esos lugares tienen exactamente los mismos
derechos que el residente en una ciudad. Hay que acabar con
los desequilibrios y las desigualdades sociales», advierte una
de las mayores expertas de España en análisis demográfico.
«Debemos de garantizar sanidad y educación a todo el mundo, y
eso se puede hacer a través de un sistema jerárquico en el
territorio, al que puedan tener acceso todos los habitantes,
vivan donde vivan», dice Molina, refiriéndose a las cabeceras
de comarca o villas que considera relevante que ejerzan un
papel de capital de zona.

Prioridad
máxima a que las nuevas tecnologías lleguen sin interrupción a
todo el medio rural
Considera
la catedrática Ibáñez que «es trascendental el uso de las
nuevas tecnologías», no solo para la innovación y el
desarrollo empresarial, «sino para cubrir un hueco en la
atención social de mucha gente que vive en el rural en
condiciones precarias» y a las que entiende Mercedes Molina
que se podría
garantizar la conexión al centro
médico más cercano y a un sistema sanitario jerarquizado en
función de la gravedad del caso. «Y también se puede exigir al
sector privado, a los bancos, por ejemplo, una presencia
mínima, o cíclica, como se hace ya en los pueblos de Soria»,
apunta, añadiendo que «hay que dar relevancia a la cadena de
valor que se genera en el ámbito rural, que es lo que lo
desarrolla».
Los
servicios esenciales, un tractor para sumar emprendedores y
vecinos
Una
solución similar a la de la organización del territorio en una
suerte de círculos concéntricos, para garantizar servicios y
medios a toda la población de alrededor, reclama el
catedrático de Geografía Humana de la Universidade de Santiago Carlos
Ferrás. «Hay que crear servicios de calidad en las
áreas rurales y que sean accesibles, y para eso tenemos las
villas, las cabeceras de comarca y las cabeceras de
municipio», dibuja con precisión. Reclama inversión con rigor
y sostenida «en los servicios públicos que son tractores de
atracción de inversiones privadas y de efectivos
demográficos». Ferrás opta por no confiar la suerte del
entorno rural al «voluntarismo» de iniciativas como las de
Oliete o Ureña: «Tiene que haber un marco global de políticas
públicas que identifiquen áreas de desarrollo, con planes
específicos a nivel de comarca que den sentido a las
inversiones».
Entes
supramunicipales para coordinar, planificar y compartir
El
propio Ferrás añade otra fórmula a la ecuación frente a la
despoblación: la creación de entes supramunicipales y
asociación de concellos que compartan una estrategia común que
favorezca la planificación y demanda de infraestructuras y
servicios con los que facilitar posteriores inversiones
públicas y privadas. «Los ayuntamientos tienen que dejar de
mirarse el ombligo y trabajar conjuntamente con los limítrofes
en un márketing territorial, porque individualmente no tendrá
sentido».
Los
concellos rurales de Galicia, ante la oportunidad del refugio
climático
Antonio
Izquierdo Escribano, catedrático de Sociología en
la Universidade
da Coruña, es completamente escéptico a la reversión de
la pérdida de población en el medio rural. «No lo ha
conseguido revertir ningún país del mundo». Izquierdo mantiene
que los casos de pujanza residencial de un determinado pueblo
surgen a costa de «desertizar una corona territorial de su
alrededor». Sobre las posibilidades de la inmigración como
tapón al despoblamiento rural, Izquierdo le otorga escaso
futuro. «Se acaban por marchar. Evitar la
despoblación es una tarea ciclópea», mantiene.
A
pesar de su convencimiento de que el hombre tiende a
concentrarse más que nunca, aporta una opción: «Galicia tiene
de momento una ventaja ante el cambio climático», que observa
que está favoreciendo ya la compra de viviendas de residentes
de latitudes más calurosas. «Pero esos refugiados climáticos
no van a revertir la dinámica de despoblación de Galicia si no
encuentran aquí servicios adecuados», avisa.