El monte de Ferrolterra, a buen ritmo pese a la leve caída del precio del eucalipto

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CESAR TOIMIL

La madera con cáscara se paga a un euro menos y la pelada cae unos céntimos

05 jun 2025 . Actualizado a las 09:39 h.

La última actualización aplicada por Ence, el principal operador del mercado del eucalipto en Galicia, y por el resto de compradores implica una leve caída del precio de la madera pelada, entre 30 y 50 céntimos, y una bajada de 1,10 euros en la que se comercializa con cáscara. «En la madera pelada, la depreciación es despreciable», apunta Óscar Piñón, maderista de Ortigueira. La horquilla se mantiene entre los 42 y los 45 o 46 euros la tonelada, según la ubicación del monte; y pasa de entre 35 y 39 euros la tonelada a entre 34 y 38, con cáscara. Son cifras aplicables a la variedad globulus, predominante en las talas y menguante a la hora de replantar, frente al empuje del nitens. Las características de la finca resultan más determinantes en la cotización final que la calidad de la madera.

«Ya hace mucho tiempo que es más importante dónde está, porque si te da menos trabajo sacarla del monte puedes pagar más por ella. Hoy, la parte principal son los gastos, si puedes ahorrar algo en combustible se nota mucho. Ahora anda en un euro el litro [el gasoil agrícola] y lo recuerdo a 60 céntimos. Entonces casi no lo tenías en cuenta, pero hoy es primordial», razona Piñón. Alude, además, a los costes de personal y vaticina el fin de la madera con cáscara: «Si se mantiene es por Ence [...]. Hay que hacerla a mano y no tienes personal, y a máquina no resulta productiva porque algo la pela al manejarla, pierde peso y eso va en contra del propietario. Con cáscara, a máquina, no es rentable».

Piñón explica la ligera caída de los precios por la subida del gasoil, «porque van indexados al del combustible desde la huelga de camioneros, hace tres años». Alfonso Pena, de Forestal Cando, empresa rematante con sede en San Sadurniño, lo vincula a la leve bajada de la celulosa y le resta importancia: «Non é nada significativo». Los equipos trabajan a buen ritmo en los montes de la comarca, en un momento de relativa estabilidad, «aínda que nunca se sabe o que pode vir co tema dos aranceis ou con calquera cousa, a situación ultimamente sempre é incerta», advierte.

Pena sostiene que los propietarios forestales se animan a vender cuando se da alguna de estas dos circunstancias: «Para solucionar algún tema [económico] da vida, axudarlle a un fillo ou a un neto..., ou porque se vai cortar o monte que está ao pé, aínda que non pensaras facelo. Co minifundismo as fincas son moi pequenas e é mellor que veña todo xunto. Se plantas cando a parcela que está ao pé xa ten árbores de sete oi oito anos, as filas que tes máis cerca non van medrar ben e vas perder». Estima en hasta un 50 % la merma en la producción en terrenos de cuatro o cinco ferrados (unos dos mil metros cuadrados, según el concello). En el mismo turno de corta, de una hectárea (de una parcela de escasa superficie) salen 350 toneladas de madera, mientras que si el ritmo es dispar, «a media baixa case a metade, a unhas 200».

Mercedes Lourido, presidenta del colectivo de productores de Cedeira (Promace), se queja de la bajada del precio, que achaca, al menos en parte, «a la cantidad de madera que sale de las franjas [que es obligatorio cortar para la prevención de incendios]». Francisco Calaza, responsable de la asociación Fomento Forestal, con base en Monfero y socios en distintos concellos, destaca «a actividade que está habendo, con tres equipos de distintas empresas traballando no monte, en San Sadurniño, Vilarmaior e Begonte». Incide en la falta de mano de obra cualificada, con consecuencias para los productores: «Motoserristas en condicións non se encontran e a máquina non deixa o tocón ben aproveitado, e hai madeira que tes que facer á man, como algún eucalipto de 70 anos, non o colle ningunha máquina».

La asociación de productores de Cedeira, con casi 300 socios, en la cuerda floja

Las asociaciones de productores de madera, conocidas coloquialmente como promas, no viven su mejor momento. La disolución de Promagal, la federación que aglutinaba a buena parte de estos colectivos, ya evidenció las dificultades y ahora el colectivo de Cedeira, Promace, uno de los más importantes de la zona, con más de 280 socios, se encuentra en la cuerda floja, como reconoce su presidenta. Mercedes Lourido, al frente de la entidad desde hace poco más de un año, califica la situación de «muy mala, en todos los sentidos».

Asegura que «los equipos no se hacen responsables de su trabajo, los plazos no se cumplen y si vienen y no les gusta la madera, ven que se complica o les dices algo como que tienen que dejar los marcos bien colocados, se van». «Tenemos montes empezados [a cortar] hace un año y no sabemos cuándo se van a acabar, están parados y en algún caso, el propietario ya se murió», explica. A mayores, dice, «como no hay personal, se quitan gente unos a otros, y por medio hay personas sin experiencia».

Pero la mayor complicación que afronta Promace es interna, por la marcha inminente de la persona que se ocupa del trabajo de monte (ver las plantaciones, negociar precios o controlar los camiones que salen y las cargas). «Llevamos tres meses buscando sustituto y nada, y sin personal de monte poco podemos hacer», advierte. También alerta de las trabas de la Xunta para percibir una subvención de 14.000 euros destinada a habilitar cuatro cargaderos de madera, «beneficio para la asociación y para todos, en terrenos cedidos por el Concello». Han tenido que renunciar a parte y podrán hacer solo uno.